Igor Stravinsky
Imagen de portada: Constanza Humeres |
Hay algo de tradición, de permanencia y algo de cambio, de novedad en Secuencia, la idea de una innovación basada en la tradición, que se vincula con el concepto de variación en la composición musical: un motivo (un tema, una frase, una melodía) se repite pero con modificaciones, es decir, permanece y, a la vez, cambia.
Las raíces
Cuando hablo de tradición, me refiero tanto a la tradición de la música académica como a la de la música popular y, dentro de esta última, especialmente al rock. Hay un rescate de la búsqueda que tuvo el rock a fines de la década del 60 y comienzos de la del 70, pero evitando cierta pomposidad que tuvo en esos últimos años, esa saturación que lo convirtió en una caricatura de sí mismo y generó la reacción punk. Esa tradición dialoga con el minimalismo de Steve Reich y el rock y pop de los 80 y, a la vez, con elementos vinculados a la música contemporánea. En ese intercambio de géneros no hay poliestilismo, sino fusión. Los géneros puros no me interesan (aunque conceptualmente y, en parte, generacionalmente me encuentre cercano a esa época del rock a la que hacía referencia) y no porque los considere superados, sino porque no los manejo; y no lo hago porque nunca pude identificarme plenamente con alguno o porque soy demasiado disperso como para profundizar excesivamente en uno. Soy, estilísticamente, un bastardo musical.
Las raíces
Cuando hablo de tradición, me refiero tanto a la tradición de la música académica como a la de la música popular y, dentro de esta última, especialmente al rock. Hay un rescate de la búsqueda que tuvo el rock a fines de la década del 60 y comienzos de la del 70, pero evitando cierta pomposidad que tuvo en esos últimos años, esa saturación que lo convirtió en una caricatura de sí mismo y generó la reacción punk. Esa tradición dialoga con el minimalismo de Steve Reich y el rock y pop de los 80 y, a la vez, con elementos vinculados a la música contemporánea. En ese intercambio de géneros no hay poliestilismo, sino fusión. Los géneros puros no me interesan (aunque conceptualmente y, en parte, generacionalmente me encuentre cercano a esa época del rock a la que hacía referencia) y no porque los considere superados, sino porque no los manejo; y no lo hago porque nunca pude identificarme plenamente con alguno o porque soy demasiado disperso como para profundizar excesivamente en uno. Soy, estilísticamente, un bastardo musical.
Me interesan los géneros impuros. Me gusta el rock cuando no es rock and roll, cuando los Beatles o King Crimson lo contaminan, así como me gusta el jazz cuando Dave Brubeck, John Coltrane o Miles Davis lo llevan a otras dimensiones, o Béla Bartók cuando toma elementos de la música zíngara y no es literal con ella. Me atrae Ástor Piazzolla porque en la segunda mitad del siglo XX hizo una música emparentada con el tango sin creer que debía hacer las cosas como se hacían en la primera mitad. De todas esas experiencias tomo lo que llamaré el espíritu, la idea de que la música no debe estar necesariamente compuesta dentro de un género o en tal o cual compás.
Orden y caos
Orden y caos
La permanencia se manifiesta en una continuidad con respecto a lo que hice y vengo haciendo desde hace años, pero cambiando permanentemente, porque soy lo que fui y a la vez otra cosa; y tampoco sé exactamente qué soy. En principio puedo decir que soy una mezcla incoherente y globalizada, alguien que creció escuchando rock, que se conmovió con los Beatles a los seis años mientras en su casa natal se veía (y se oía, claro) Grandes valores del tango, que empezó a introducirse en la música clásica y contemporánea en su adolescencia, que quedó profundamente impresionado por el contrapunto barroco y que, más adelante, se interesó por una cierta época del jazz.
En pocas palabras, mis influencias musicales (y parte de mi formación musical) conforman una especia de caos. Hacer música, para mí, es ordenar un poco ese caos. Ahí aparece entonces un orden que se manifiesta en lo que se incluye en y se excluye de mi música. Ese orden se patentiza en las formas que uso, ya que son, básicamente, tradicionales: se pueden distinguir claramente secciones, introducciones, puentes, codas, desarrollos, imitaciones y recapitulaciones.
El orden en Secuencia
El orden en Secuencia
En Secuencia, el orden responde también a una serie de números que se manifiestan, por ejemplo, en los grados la escala utilizada, en los intervalos que componen un motivo, en el intervalo de transposición de ese motivo o en la cantidad de pulsos de un compás. Pienso el material que compone el disco como una serie de secuencias numéricas cuya organización varía según la pieza. En Secuencia 1, por ejemplo, traté de limitarme a la escala pentatónica (con algunas licencias como la nota blue) y a los acordes de los grados I, IV y V. En Secuencia 2 el eje es un micromodo de segundas y los acordes disminuidos son el material base de Secuencia 10.
La idea de secuencia fue también un punto de partida de ese material, ya que nació escrito en el secuenciador de una computadora. Las baterías y algunos sintetizadores de aquellas secuencias (con ciertos cambios) quedaron en las versiones definitivas de las piezas del disco. A su vez, las guitarras a menudo interpretan motivos que se repiten y que se desarrollan de manera secuencial. Lo interpretado y lo programado conviven y se confunden, así como lo analógico se digitaliza al grabarse y lo digital se convierte en analógico al reproducirse. Ese modo de trabajo también se emparenta con el modo en que trabajé durante mucho tiempo, hace años, antes de Tanger (cuando se empezó a gestar el sonido de la banda) grabando demos con un sampler con secuenciador y un portastudio a cassette, sobregrabando guitarras, bajos y sintetizadores.
Números y figuras
Números y figuras
La tapa del CD tiene que ver con todo eso: el orden que representa una forma como el triángulo (en este caso, escaleno, es decir, asimétrico), que a su vez simboliza el número tres, número clave en gran parte del material del disco (las notas del micromodo de Secuencia 2, el 3/8 en la segunda sección de Secuencia 3, el trítono de Secuencia 4, las terceras mayores de Secuencia 6, las terceras menores que conforman los acordes disminuidos en Secuencia 7 y Secuencia 10). Ese mismo triángulo se multiplica en una serie, en una secuencia que es una especie de torbellino, un caos. También esa idea de variantes en los triángulos (no hay dos iguales) expresa un poco la idea de variación motívica, que es parte del eje de los desarrollos de las piezas que componen el disco. Dentro de ese orden hay, también, algo que desacomoda, que inquieta, cierta irregularidad métrica. Esa irregularidad se manifiesta en que la mayor parte de los compases utilizados son amalgamas o, simplemente, compases que cambian como en Secuencia 1, cuya primera sección está en 9/8 y su desarrollo pasa de 12/8 a 13/8, o la aceleración en Secuencia 7, que en un momento pasa de 7/8 a una alternancia de 7/8 y 6/8 y luego a un 6/8.
Finalmente, el material es bastante sintético, no sé si a causa de mi incapacidad para desarrollar formas más extensas o porque creo que no es un buen momento para para hacer piezas largas. Tal vez sea un poco de cada cosa.
Luis Colucci
Diciembre de 2013
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